LA REINA DE CRISTAL III by Ana Isabel Conejo Alonso

LA REINA DE CRISTAL III by Ana Isabel Conejo Alonso

autor:Ana Isabel Conejo Alonso
La lengua: spa
Format: epub
editor: Edebé (Ediciones Don Bosco)
publicado: 2014-02-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 18

Alguien se ha dado mucha prisa en extender el rumor de que las aguas exigen el sacrificio de la reina.

Es evidente que ha sido Ode. Supongo que aprovechó las primeras horas después de la revelación de la piscina para informar a los nobles de Asura, y estos a su vez se han apresurado a informar al pueblo.

Por una vez, parece que todos están de acuerdo. El sacrificio es la única opción… Las aguas han hablado, y Ode ha interpretado su voz.

Por las noches, al otro lado de las murallas de la ciudad, los malditos hacen hogueras y danzan a su alrededor para festejar la buena nueva. Dicen que muchos de ellos han escuchado también el mandato de las aguas.

Tal vez sea verdad… O tal vez alguien los haya sugestionado hasta hacerles creer que es cierto.

Mi estupor inicial le ha resultado muy útil a Ode. Después de salir de las aguas sagradas, yo no podía ni hablar ni pensar. Temblaba de pies a cabeza, y cuando me refugié en mi habitación, ninguna manta me bastaba para entrar en calor.

Por dentro me sentía petrificada. Intentaba decirme a mí misma que debía reaccionar, pero mis propios pensamientos atravesaban mi mente como pájaros exóticos, sin ninguna relación con mi vida. Era como estar atrapada dentro de un sueño. Quería despertar, pero no había forma. Lo único que podía hacer era habitar dentro de aquella atmósfera irreal que me aprisionaba mientras pasaba el tiempo.

Durante la primera noche no logré conciliar el sueño. A pesar del agotamiento que experimentaba, la tensión me impedía descansar. Recuerdo que tenía los ojos cerrados y daba vueltas en la cama sin cesar, incómoda, aturdida. Una y otra vez acudía a mi mente la palabra «sacrificio», pero algo dentro de mí se negaba a procesar su significado.

El día siguiente transcurrió en medio de un duermevela febril. En principio tenía pensado no salir de la cama, pero en las últimas horas de la tarde empezaron a llegarme a través de Elia los rumores sobre el sacrificio.

Indignada, me obligué a ponerme una de mis más suntuosas túnicas y a abandonar mi cuarto para pasearme por el palacio. Me había prometido a mí misma que no daría muestras de debilidad. Quería que todos me viesen majestuosa y serena. Solo así lograría acallar los rumores.

O eso creía yo.

En realidad, los rumores no podían acallarse, porque la gente los acogía con verdadera avidez y disfrutaban compartiéndolos unos con otros. La idea de que la reina de Decia tuviese que ser sacrificada para conjurar el poder maligno de las aguas oscuras parecía llenarles de satisfacción.

Su insensibilidad hacia lo que pudiera pasarme me dolió mucho al principio. ¿Cómo podía importarles tan poco mi destino? Siempre he tratado de ayudarlos, siempre. He sanado varias de sus fuentes sagradas, y cuando abrí el cofre de la novena fuente, lo hice pensando que era bueno para el reino. Me equivoqué, es cierto, pero mis intenciones eran buenas… No merezco que me traten con tanta crueldad.

Al menos, podrían compadecerse de mí, tratar de consolarme.



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